Nuestra economía industrial está actualmente arraigada en un modelo lineal de consumo de recursos que sigue un patrón de «tomar-hacer-disponer». Las empresas extraen materiales, aplican energía y mano de obra para fabricar un producto, y lo venden a un consumidor final, que luego lo descarta cuando ya no sirve a su propósito.
Esta explotación de los recursos ya fue anunciada en el periódico francés Le Producteur – 1/10/1825 (Wikipedia, 2021): «Se trata de desarrollar y difundir los principios de una nueva filosofía. Esta filosofía, basada en una nueva concepción de la naturaleza humana, reconoce que el destino de la especie, en este globo, es explotar y modificar en su mayor beneficio la naturaleza exterior».
Utilizando este modelo lineal, estamos consumiendo de facto recursos, que son finitos, para producir residuos. Incluso si se han adoptado muchas medidas individuales e institucionales para mejorar la eficiencia de los recursos, nuestro sistema actual, basado en el consumo de recursos, conlleva pérdidas significativas a lo largo de toda la cadena de valor.